¿TIENE VIGENCIA LA IZQUIERDA?

¿EL FRACASO DE UNA IDEA, EL DERRUMBE DE UNA POLÍTICA, LA MUERTE DE UNA UTOPÍA?


Hay que entender a la gente del silencio, o a los indignados pasivos que se resignan a ver pasar la historia por sus narices y dan la espalda a los hechos de la modernidad pues repudian, con razón, los extremos, la violencia, la barbarie, la desfachatez de, quienes sintiéndose portavoces del futuro, se convierten en fuerzas brutales y sanguinarias en las que “todo vale siempre que se logre el objetivo”: léase ISIS, Al Qaeda, FARC, Talibán, Sendero Luminoso, Al Shabaab, Boko Haram,  Autodefensas Unidas de Colombia, ELN, Hezbolá, ETA, Lashkar-e-Toiba (Ejército de los Puros en India).

Las tiranías familiares hereditarias, las dictaduras feroces, los gobiernos autoritarios enredados en actos de corrupción, debacle administrativa, empobrecimiento de sus pueblos, fracaso estruendoso de modelos económicos nuevos, encajan también dentro de la categoría de lo repudiable.

Sean musulmanes radicales, maoístas extremos, derechas paramilitares, guerrillas marxistas―cocaineras o populismos mesiánicos, estas asociaciones criminales creen firmemente en su destino y sus ideas, y en defensa de ellas tiranizan, asaltan, degollan, violan, secuestran, arrasan poblaciones enteras e incautan todos los derechos y dignidades de los seres humanos.

Es lógico que la reacción provocada en los ciudadanos sea contraria a sus prédicas. De allí nace, entonces, un movimiento pendular hacia el statu quo, la defensa de las tradiciones, el “conservatismo” de los antiguos valores sociales. Es tan estúpida y aislacionista la acción de los violadores de la integridad humana que logran “congelar” las transformaciones sociales y “detener transitoriamente” las irremediables leyes del cambio.

Pero, y aquí viene mi prédica, hay que entender que las grandes transformaciones sociales sólo las ha logrado la llamada “izquierda”…:

Tomás Moro publicó su Utopía en 1516; fue canonizado como mártir y santo en 1935. Fourier (1772―1837) con su cooperativismo integral, Henri de Saint-Simon (París 1760― 1825), y el británico Robert Owen (1771―1851) introducen el llamado socialismo utópico. Marx (1818―1883) y sus sucesores fundan y desarrollan el llamado socialismo científico: aquí se originan dos tendencias, el movimiento comunista por una parte y la socialdemocracia por otra.

Herederos todos de una utopía, un sueño, una ficción, obedecían a un impulso extraordinario que arrastra a la especie desde sus orígenes: ¡la igualdad!

Platonistas, cristianos primitivos, comunidades indígenas en la América jesuítica buscaron también establecer quimeras igualitaristas.

Si nos remontamos lejos encontramos tal utopía en todas las culturas y civilizaciones. ¿Es, el sueño igualitarista, eso, un sueño de los humanos, o la búsqueda incesante del progreso y la felicidad?

Veamos algunos ejemplos de esta quimera:

·         Quien consideraba que la mano invisible del sistema corregiría las contradicciones engendradas por las leyes del mercado, y máximo exponente de la filosofía capitalista,  Adam Smith, escribió lo siguiente en (1776) La Riqueza de las Naciones Libro 1, Chapter 8 [36]:
“But what improves the circumstances of the greater part (servants, labourers, and workmen of different kinds) can never be regarded as an inconveniency to the whole”. Pero lo que mejore las circunstancias de la mayor parte (los trabajadores) nunca puede ser considerado como una inconveniencia para el conjunto…
“No society can surely be flourishing and happy, of which the greater part of the members are poor and miserable”. Ninguna sociedad puede ser próspera ni feliz si la mayor parte de sus miembros son pobres y miserables…

·         1776. La Revolución de Independencia Norteamericana en su Constitución dice: “Nosotros, el pueblo de los Estados Unidos, a fin de formar una Unión más perfecta, establecer la justicia, garantizar la tranquilidad nacional, tender a la defensa común, fomentar el bienestar general y asegurar los beneficios de la libertad para nosotros y para nuestra posterioridad, por la presente promulgamos y establecemos esta Constitución para los Estados Unidos de América”.

·         1789. Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano en la Francia revolucionaria: “Artículo 1º Los hombres nacen y permanecen libres e iguales en derechos”.

·         1810. Acta del Cabildo Extraordinario de Santa Fe (Colombia) 20 de julio: … “porque de la recíproca unión de los americanos y los europeos debe resultar la felicidad pública…”

·         1815. Carta de Jamaica: “…instinto que tienen todos los hombres de aspirar a su mayor felicidad posible: la que se alcanza infaliblemente cuando ellas estan fundadas sobre las baces de la justicia, de la libertad y de la igualdad… Por estas razones, pienso que los Americanos, anciosos de paz, ciencias, artes, comercio y Agricultura preferiran las republicas á loz reynos”. (Escritura con ortografía original de Bolívar)

·         1948. Constitución China: “Todos los ciudadanos de la República Popular China son iguales ante la ley”.

·         1968. Reforma Constitucional Costa Rica: “Todo hombre es igual ante la ley y no podrá hacerse discriminación alguna contraria a la dignidad humana”.

Es pues la igualdad entre los hombres no una alucinación sino un propósito.

Como el encabezado de esta reflexión versa sobre la igualdad debo decir, además, que toda oposición a esta alucinación es reaccionaria y conservadora en sentido político. E igualmente desvariada es la idea del igualitarismo extremo: “todos somos idénticos, las diferencias no existen, la igualdad es el rasero de la verdad, la diferencia es un absurdo”. La igualdad proclamada aquí es la igualdad de oportunidades, la de estar ante una ley imparcial, equidad en la distribución del ingreso, semejanza en el acceso a educación, vivienda, empleo, salud, vestido, transporte, ser tratado ecuánimemente ante los estrados gubernativos… pero competitivo en el trabajo y en la vida social.

¿Sin la Independencia de las Repúblicas americanas qué sería de nosotros sino ser simples esclavos de la metrópoli; sin la Revolución Francesa estaríamos en el reinado del oscurantismo, el feudalismo, la monarquía absolutista, el dominio de nuestras vidas por los señores de la tierra; sin la batalla por el voto secreto, universal, masculino y femenino sin distingos de razas, ni creencias, ni potestades, dónde nos encontraríamos sino bajo la opresión de tiranos y dictadores; y sin las mil batallas de los sindicatos obreros por la jornada de ocho horas estaríamos condenados a sudar sin descanso de lunes a lunes, prisioneros de nuestra pobreza y nuestro origen humilde; sin educación universal dónde nos hallaríamos; si no hubiesen los hombres luchado por sus innumerables derechos ―muchos de ellos aún no conseguidos― gracias a las manifestaciones estudiantiles, campesinas, de obreros y empresarios, en qué naciones viviríamos?

Y si ustedes aceptan como válidos estos principios que todas, todas las constituciones modernas defienden; y si comparten los logros que por la libertad, la igualdad y los derechos han obtenido millones de seres en el planeta, tienen también que concederme la idea de que esto se ha obtenido desde lo que se llama, siglos ha, la izquierda.

Sí, es la izquierda rebelada contra las metrópolis, contra el pasado, contra el statu quo, contra los monarcas empeñados en “conservar” sus colonias; sí es la izquierda en la Francia del directorio la que impuso sus ideas libertarias y el derecho del pueblo contra los reyes que creían gobernar por designio de Dios; sí es la izquierda mundial la que obtuvo el voto universal, el voto femenino, la jornada laboral digna, los derechos constitucionales, en contra de quienes querían conservar sus privilegios excluyentes; si es la fuerza de la izquierda universal la que impuso como derecho inalienable la tenencia de casa propia, de tierra, de muebles, enseres, vehículos.


La llamada derecha, la que milita en la idea “de que todo pasado fue mejor”, la que quiere conservar, mantener las diferencias sociales “pues eso es obra del Señor”, la que se opone al cambio, la que desea congelar la historia y repudia el movimiento, la que se niega a reconocer que el mundo ha evolucionado para mejor, que hoy somos menos esclavos, menos ignorantes, menos domesticados, esa fuerza conservadora se atraviesa como mula muerta en el camino de la libertad y la igualdad, la fraternidad y el progreso pues desconoce que los seres humanos hemos construido nuestras sociedades sobre los escombros del pasado y edificamos el futuro sobre las nuevas ideas, la nueva ciencia, los nuevos descubrimientos, las nuevas fuerzas sociales, la nueva cultura, la nueva izquierda.

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