AL PAPA FRANCISCO
SEÑOR NUNCIO, ETTORE BALESTRERO. El que sea yo católico o nó, no importa; el que yo pertenezca o nó a la mayoría de creyentes en el Vaticano y en su Santidad, el Papa, tampoco interesa. Lo que si quiero que le diga a Francisco, por favor, señor Nuncio Apostólico, es que un hombre que tiene una lengua magníficamente viperina y una audiencia entre la gentes del simple odiar y torcer la historia a su amaño, este hombre de mis apellidos y mi estirpe le envió a usted, señor Nuncio, señor embajador del Pontífice en Colombia, una carta descortés, desconcertante y agresiva en marzo doce del año en curso. Yo modestamente, sin los pergaminos grecocaldenses de Fernando Londoño Hoyos ―heredé el ‘Londoño’ de mi madre también―, deseo expresar mi bochorno ante la catilinaria del exministro, retirado por la justicia colombiana de las lides del ejercicio público. Los monseñores que se dedican a la política contemporánea a él no le caen bien, pero cuando un arzobispo de apellido Builes, por allá ...