EL MONSTRUO
EL MONSTRUO Colombia, y en especial una región de mi patria en la que los patriarcas se someten a las matronas, el lenguaje susurra la S casi como una Zeta, la viveza brota silvestre, la amabilidad es el trato del común y la sangre judía apasiona el alma, Colombia país cuya forma de ficha de rompecabezas reposa en esta esquina del Caribe y el Pacífico americano produjo la encarnación del MAL ― sí, con mayúsculas―, algo peor que Satanás, que Atea, que Kali, más maléfico que Luzbel, que Mefistófeles, más hórrido que Frankenstein, más sagaz que Houdini, más brutal que Herodes. ¿Me adivinan? ¿Saben de quién hablo? Se trata de Escobar, de Pablo, del que entronizó el negocio del siglo, del que compró media nación bien con el terror bien con el billullo, de quien a los cuarenta y cuatro años rindió su sangre perseguido por el Cartel de Cali y el gobierno central del país, hoy hace veintidós años. Escobar creó una cultura, una manera de ser, un imaginario de mujeres de tetas y traseros