LAS DOS CARAS
LAS DOS CARAS Tenemos varios mangos enormes en nuestra finca. Están cargados de frutos verdes. Habrá una segunda cosecha deliciosa en menos de dos meses. Ayer fui a mirarlos y vi en alguno unas hojas que dan la impresión de estar enfermas o con un hongo ―por las fuertes lluvias―, o con un virus ―trasmitido por algún insecto chupador―. Veremos, veremos. Pero el cuento del mango viene a mi mente porque si observamos las hojas de los árboles, o cualquier objeto, todo tiene dos lados, incluso múltiples costados. Esta es una perogrullada, lo sé, pero por ser tan simplona nuestra ‘sabiduría’ no acata este hecho. Eso ocurre con el coronavirus o Covid-19. Vemos sólo lo terrorífico, el desastre, el drama. Tenemos miedo, miedo a que se cumpla una de las dos condiciones de nuestra existencia: ¡el que somos mortales! No pretendo, como muchos aurúspices, tantos sabios de barrio, tantos políticos empapados del más profundo conocimiento sobre los coronavirus, tantos malevos para quienes si