LAS TRAVESURAS DEL DIABLO
LAS TRAVESURAS DEL DIABLO Don Antonio hablaba sin parar sentado a mi lado en la buseta que de Villeta nos conducía a Bogotá. Yo había tomado la decisión, al desayuno, de viajar a la Feria del Medio Ambiente. Me dio pereza irme solo, en el carro, sin Claudia quien no podía acompañarme aquejada de un golpe en su pierna izquierda. De tal manera que salí a la carretera creyendo encontrar un transporte público. Pero no fue así. Entonces caminé ―el ejercicio, a mi edad, sirve― por quince minutos hasta la autopista que de Villeta conduce a Bogotá y muy pronto cogí esta buseta. Pocos pasajeros iban en ella pero, poco a poco, se fue llenando de gente. Don Antonio se subió en cercanías de San Francisco, observó el puesto vacío y se sentó. Ser pasajero es agradable pues uno puede contemplar el paisaje, las casas y la carretera sin la responsabilidad de estar al frente del timón. En mi caso, mirar por la ventana de un bus me encanta, pero me gusta más conocer gente y conversar con extraño...