UN VIEJITO
UN VIEJITO EN EL CAMINO ME dirigía donde el monstruo según dice él de sí mismo… ―Yo creo que todo el mundo, o mejor dicho, casi todo el mundo piensa que yo soy un monstruo, una aberración de la naturaleza, un yerro de la especie ―Así hablaba el monstruo en nuestra reunión de las 6:30 p.m. Pues bien, como si fuese una locura siniestra, un acto de brutalidad singular e inexplicable me dirigía donde el monstruo en mi Nissan Sentra modelo 2011, rojo, veloz, excelente, suficiente carro para mí quien, como el expresidente Mujica piensa, los carros no deben cambiarse sino repararse y sólo cuando se desmoronen literalmente, ahí sí, buscar otro. Salí a las tres de la tarde de mi finca, pagué el peaje y en la soledad más abrumadora decidí apagar el radio y acompañarme por mi cerebro, ver los árboles y el vecindario, recapacitar acerca de las bestialidades que cometemos y los pocos aciertos que alcanzamos. Destino cierto: ¡el monstruo! En una curva de la carretera, sobre la montaña, ce