VIAJE A HONDA, UN PERRO Y UNA DUCHA.

 

VIAJE A HONDA, UN PERRO Y UNA DUCHA.

De vuelta del viaje a Honda. Excelente visita de tres noches y cuatro días. Vale la pena el pueblito.

Tres parejas, amigos todos, unidos gracias a Leo, disímiles pero capaces de compartir nuestras diferencias, nuestras visiones del Paraíso, nuestras sectas y doctrinas, nuestras ideologías e ideas —bien distinta la cosa—, fuimos a Honda, Tolima.

Elevación: 229 m

Superficie: 309 km²

Gentilicio: Hondano, a​

Población: 23,616 (2018)



Aborígenes Ondaímas, que junto a los Gualíes ocupaban la zona de la actual ciudad de Honda. En junio de 1539, durante la época hispánica en Colombia, fue descubierto el sitio en donde hoy se levanta la ciudad. La categoría de Villa, se le concedió mediante Real Cédula otorgada por el Rey Felipe IV el 4 de marzo de 1643.

Además de pasar delicioso, cachuchear a un perro sarnoso que delinquía en el restaurante, y exigir que las duchas tuviesen agua fría —algo imposible en esa ciudad hornilla—, caminamos por la calle de Las Trampas y callejuelas empedradas que nos llevaron al museo López —no vale la pena—, al Museo del Río —interesante—, al Malecón donde se contempla el Río de La Magdalena en todo su esplendor, su fuerza, su pasada historia que dio a la nación nuestra una vía acuática desde Bocas de Ceniza hasta Mompox, Barranca, Honda, Girardot, Neiva, Garzón.

Conocimos en compañía de Alberto Gómez Mejía, promotor de la restauración de

Honda, los edificios de Bavaria abandonados, la Estación del Tren que murió a finales de los 50’s, las Trilladoras cual cadáveres silentes de un pasado comercial en que el café, el algodón, el tabaco acrecentaban la economía del puerto.

Nos llevó al Edificio del Banco de la República convertido en una biblioteca y unos salones magníficos para exposiciones.

Muchas de las casas, restauradas algunas, pintadas todas de colores esplendorosos, asentadas en callejuelas empedradas o de concreto, calles limpias, fachadas adornadas con enredaderas de mil colores.

El pueblo es tranquilo, caliente, con un humor seco y una Plaza de Mercado que debió ser hermosa pero que requiere mantenimiento externo y reorganización interna.

Unos cafecitos serenos, y una gente abierta, feliz, cordial.

Mujeres bien agradables, hijas de ondaimas, gualíes y castellanos que generaron un color canela claro, unos ojos negros teñidos de Arabia, unos cuerpos prietos repletos de fuerza.

El Puente Navarro, inaugurado el 16 de enero de 1899, estructura de hierro y acero del tipo llamado Cantiléver de cornisa, con una longitud de 167.65 mts, 5.20 mts de ancho y una altura de 18.30 mts sobre el río de La Magdalena. La estructura fue adquirida a la compañía San Francisco Bridge Company de Nueva York. Primer puente metálico del país y de América del Sur.

El Congreso de Colombia autorizó al Gobierno de Miguel Antonio Caro, la construcción de un puente de hierro sobre el río Magdalena, construcción que recayó en la persona de Bernardo Navarro Bohórquez, mediante concesión con cobro de peaje por 99 años. Servía para comunicar a Cundinamarca y Tolima. Tres generaciones vivieron de cobrar el peaje a aquellos que lo usaban.

No pudimos, sin embargo, visitar el Cementerio donde descansa Carmen Briñez, propietaria de un famoso y extinto prostíbulo de Honda, al que solo llegaban los hombres más adinerados, casa de citas llamada ‘La Pildarica'.

Amistad, calor del trópico, el Río magnífico, las callejuelas, el aseo, las fachadas de preciosos colores rodeadas de enredaderas floridas, los murales, los perros en los restaurantes, el agua hirviendo en la ducha, los desayunos, los tragos de Miguel, Enrique y Gloria, la serenidad de Leo, la piscina conversada de La Cucha, en fin, un paseo delicioso.

Y un dolor, el ver cómo Villeta es una población desaseada, sucia, ruidosa, con calles rotas y fachadas abandonadas, sin agua y sin que sus habitantes se apropien del lugar y lo transformen en un poblado admirable. Le falta administración, unión, esfuerzo ciudadano, sentido de pertenencia.

Abrazos,

MAURICIO JARAMILLO LONDOÑO                              AGO / 2022

NOTA: ¡seguimos sin saber por qué los humanos amamos los árboles!

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