PESESÍN
PESESÍN
...Y cuando volví PESESÍN era
famoso. @Nuria_GMz
Esta es una historia de verdad, como nos decían cuando
niños, de verdad verdad.
Yurena, dueña de Pesesín, se fue de vacaciones.
Adoraba su pez dorado, pero no podría viajar con él. Colocó una nota en la
puerta de su edificio rogando a sus habitantes que alimentasen a Pesesín en su
ausencia. Les explicó que sólo una vez al día deberían darle alimento, y dejó
una bolsita con la comida. Se ausentó por dos semanas.
Los vecinos del edificio leyeron la misiva y, entre
asombrados y preocupados decidieron turnarse para mantener a Pesesín vivito y
feliz. Le cambiaban el agua cuando estaba muy turbia, le daban comida en las
mañanas escribiendo en una pizarra a qué horas le habían alimentado y quien,
ese día, le dio la comida a Pesesín.
Pesesín miraba desde su pecera a sus cuidadores: uno
cojeaba, tenía crines blancas y anteojos; otra sonreía a Pesesín mostrando
dientes con bordes dorados y unas orejas grandes, Pesesín también sonreía pues
veía el reflejo de su color en la dentadura de la señora; un niño mas bien
gordo, vestido con jeanes azules le tiraba por encima de la pecera migajitas de
comida y le hablaba a Pesesín; el de más allá veía que ya habían alimentado a
Pesesín y se acercaba a la pecera, posaba sus ojos grises sobre el vidrio y,
desde dentro Pesesín se refugiaba tras un castillito pues algo de miedo le
producían esos ojotes; un hombre alto,
más bien escuálido, delgado como un serrucho, vestido siempre con elegancia,
también cuidaba del pececito metiendo sus dedos huesudos en el agua y
batiéndola para que se oxigenara; al atardecer, durante esos quince días, sin
falta, una viejecita de antiparras y cartera de cuero negra se acercaba,
tambaleándose, a Pesesín y golpeaba con mañita un costado de la pecera
esperando llamar la atención del pescadito. Pesesín con sus aletas flotaba casi
estático en la mitad de la pecera, retrocedía sin dejar de mirar a la abuelita,
y poco a poco, con mañita, despacio, se iba acercando a la señora, abría sus
ojos preguntándose por qué lo llamaban. Pesesín había sentido algo de soledad
por no tener compañía en la pecera, pero ahora era todo lo contrario, muchas
personas cuidaban de él, le hablaban, le cambiaban el agua cuando estaba muy
turbia; alguno se acercaba, miraba que no hubiese nadie alrededor y le cantaba
a Pesesín.
Pasaron los días, dos semanas quizás, y Yurena regresó
de sus vacaciones, vio a Pesesín gordito, tranquilo, recorriendo el acuario muy
feliz. Comprendió que lo que ella había pensado había ocurrido: los vecinos
cuidaron al pez. Yurena llevaba muchos años viviendo en ese edificio y conocía
las familias, sabía que como no la dejaron llevar a Pesesín la solución era la
nota:
"¡Hola vecinos! me voy de vacaciones y no me
dejan llevarme a PESESÍN. Necesito vuestra ayuda para que le deis de comer.
Solo se le debe echar una vez al día. Dejo la comida y un cuadro para saber
cuándo comió".
Y no se equivocó, Pesesín fue más feliz que nunca pues
hizo muchos amigos y tantos que hasta en las redes sociales se habla de
Pesesín.
Historia original encontrada en el diario El País, de
España, y algo aderezada por mí.
MAURICIO JARAMILLO LONDOÑO JULIO DEL 2017
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