Verdad y Reconciliación
RERE
RECONCILIÉMONOS SOBRE LA BASE DE LA VERDAD.
“Estamos ante
la historia de las bestias o ¿la historia de los hombres?”
Gravita como un gigantesco
asteroide el Acuerdo de Paz del Teatro Colón. Aunque necesitamos pensar en
problemas graves como el de la corrupción, la ineficaz justicia, la raquítica
economía, el caos urbano, la inseguridad ciudadana, es el tema Farc-Estado el que
ocupa el espíritu nacional.
Algo de historia se necesita
para encontrar la Paz cuyo componente básico es la Verdad. El alma colombiana
no descansará tranquila sin la Verdad. Pero enfrentarse a la Verdad requiere
sangre fría y cabeza lúcida; no se llegará a ella con espíritu de secta o
moralizante, sino desentrañando los hechos. Procedamos…
El siglo XX en lo económico produjo
una transformación radical de la vida nacional: el país se urbanizó; en lo
político generó la repartición del poder entre liberales y conservadores en
medio de charcos de sangre. El Frente Nacional pacificó la brutalidad partidista,
pero entronizó la inequidad, canonizó un reformismo de corte tibio y mesurado
perpetuador de camarillas que usan el poder para su propio beneficio.
Despojado de tierras,
oprimido por toda clase de vilezas, abandonado en su soledad triste, el
campesinado o se rebela en armas (Guerrillas liberales del Llano, Autodefensas
Campesinas del Tolima), o emigra a colonizar tierras baldías en los llamados
Territorios Nacionales.
Ataques del ejército regular
a la insurgencia, la Revolución Cubana y el despertar estudiantil de los años
60’s y 70’s engendra guerrillas de origen marxista (FARC, ELN, EPL, M19).
Aparecen Pablo Escobar y el narcotráfico en todo su esplendor. Los
latifundistas se arman contra las guerrillas; la mafia se enfrenta al Estado.
Los Estados Unidos de América intervienen en el continente latinoamericano
apoyando dictaduras y promoviendo la guerra contra la subversión. La Guerra
Fría enfrenta a las superpotencias disputándose la hegemonía mundial.
Colombia parece un estado
fallido dominado por clanes mafiosos y guerrillas que se doblegan ante el
narcotráfico. La elite llega a un consenso: hay que reformar el Estado. En
1991, pactados acuerdos de paz con algunas grupos rebeldes, se gesta una nueva
Constitución. Es hora de las reformas. Es el momento de vencer a las mafias
bien a las buenas, bien a las malas. Se intentan acuerdos de paz con las
guerrillas restantes cuyas fuerzas han crecido. Ante la ausencia de estado, el
paramilitarismo mafioso domina áreas territoriales inmensas y algunos sectores
del ejército regular se unen a estos. Masacres de lado y lado, de los paras y
las guerrillas, bañan la nación en miedo y sangre.
Escobar muere. La Unión
Soviética desaparece. Occidente recupera la iniciativa. Surgen poderes
multipolares. Se intenta una negociación de paz con Marulanda, sin embargo el
fracaso es estruendoso. Un giro a la derecha cubre el planeta. Colombia se une
contra las Farc quienes, desbocadas, cometen crímenes atroces. Sube al poder el
orden militar con ropaje civil. Las dos guerrillas que restan, Farc y ELN, son
arrinconadas en la periferia de la patria perseguidas por una ofensiva militar
total. Del estado fallido se pasa al estado posible.
Derrotadas las Farc aceptan
negociar. Cinco años toma llegar a un acuerdo. El país se divide como una
naranja partida en dos: Nó al acuerdo, Sí al acuerdo. El presidente gobierna
con flacidez creyendo que no hay espacio para el uso de la fuerza sino del
consenso. Crece la esperanza de la Paz, pero al tiempo los cultivos ilícitos se
disparan: ¡son la gasolina de la violencia!
Hay sed de justicia, de
reparación, de verdad, de perdón, de dejar las armas, de tranquilidad
ciudadana. ¡No más barbarie es el clamor nacional!
Las Farc aceptan concentrarse
en zonas especiales, entregan pertrechos, caletas, dinero, se convierten en
partido político legal, quieren llegar al congreso, son revolucionarios
parlamentaristas. El gobierno tramita leyes pro paz, amnistía a miles de
combatientes, excarcela a cientos, remunera a los exguerrilleros, los protege.
Ante las candidaturas de los jefes de las Farc
Colombia se escinde de nuevo: ¡qué paguen sus penas antes de llegar al
congreso!, ¡qué de lo que se trata es de entregar las armas y a cambio de ello que
lleguen al parlamento!, ¡qué el Estatuto de Roma no permite penas irrisorias ni
evasión del castigo!, ¡qué todos, los empresarios, los militares, los jefes
políticos, tiene que pagar por sus culpas, también!, ¡qué hay que acatar el
espíritu del Acuerdo que no es otro que pasar de echar bala a echar lengua!
La Verdad monda y lironda es
que la jefatura fariana no se ha disculpado ante el país, no ha pedido perdón a
sus víctimas, no ha entregado las rutas del narcotráfico, no ha contado toda la
verdad y solo la verdad, no ha sido sometida a juicio y no ha reparado a los
mártires.
La Verdad incontrastable es
que los tribunales acordados en La Habana no se han constituido por culpa de la
Corte Constitucional que no se pronuncia sobre el tema, por culpa del Parlamento
que, dócilmente, se deja sabotear por la oposición, por culpa del Ejecutivo que
demora los trámites y hace esguince a sus compromisos.
Los derrotados no pueden
transformarse en vencedores, y los vencedores no pueden exigir una rendición
incondicional porque entonces no estaríamos frente a un Acuerdo de Paz sino frente
a una venganza. Si lo que se busca es venganza de parte de la guerrilla contra
sus enemigos y venganza de la derecha contra la guerrilla, lo que se logra es
profundizar el abismo.
La Verdad de nuestra reciente
barbarie es lo peor de la especie: degüello, secuestro, desaparición forzada, ‘falsos
positivos’, reclutamiento de menores, narcotráfico, acceso carnal violento,
abigeato, expoliación, extorsión, boleteo, decapitación, fusilamiento,
genocidio, opresión de los débiles, tortura (cadenas, alambre de púa, caminar
descalzo largas jornadas, raciones de hambre), minas antipersonales, masacres,
destrucción del medio ambiente.
Defendiendo el capitalismo salvaje,
el latifundismo brutal o la dictadura proletaria se procedió así. Y esto Colombia
no lo permitirá más. Colombia no va a capitular ante el paramilitarismo y la narcoguerrilla.
La Verdad es que a los
derrotados hay que darles salidas, alternativas, oportunidades. La Verdad es
que los victoriosos no pueden saciar su éxito mediante el aplastamiento de los
vencidos.
La Verdad es que estamos
sedientos de justicia, de paz, de pulcritud, de moral, sedientos de autoridad ejecutiva.
MAURICIO JARAMILLO LONDOÑO NOV. 2107
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