CORRUPCIÓN 4 Y 5
CORRUPCIÓN 5
El
cadáver del Estado acaban de encontrarlo. Las múltiples heridas provocadas por
decenios de barbarie, corruptelas sin fin, atrocidades desmedidas, le rompieron
las arterias y un infarto pulmonar destruyó los últimos rezagos de conciencia y
lucidez. Está tirado en la orillas del continente. El proceso de descomposición
ha comenzado.
Hace
algo más de doscientos años uno seres iluminados y parecidos a héroes cortaron
las amarras del navío, hincharon las velas de la imaginación y propulsaron el
barco con magníficas ideas y sueños libertarios e igualitarios. El barco
comenzó su aventura; se crearon instituciones ilustradas en las mejores
filosofías; se abrieron puertos, ciudades, territorios nuevos; se poblaron los
mares de la geografía nacional, una Gran Colombia ocupó la esquina caribe del
continente, los pensadores y políticos debatían entre unidad o federalismo,
esclavitud e industria, confesionalismo o ciencia, parlamentarismo o dictadura.
La gran nación era rica, próspera, plena de vigor y oportunidades.
Y
ocurrió el primer gran desmán: se resquebrajó el barco, se partió en tres,
crujió la historia, el funesto crimen apuñaló los sueños de Bolívar. Maltrechos
cascarones, alerones, espolones, quilla y puente de mando arribaron destrozados
a las orillas del Caribe y el Pacífico. Los caudillos, hijos del
terratenientado y señores de la guerra, gobernaron entonces las voluntades de
las tres naciones: Venezuela, Colombia y Ecuador.
Setenta
años de soledad y drama asolaron a Colombia bajo la batuta de cien caudillos,
cien militares vengativos y cien políticos sin rumbo. Quedó ya no un navío
poderoso sino un barquichuelo herido al vaivén de guerras y contiendas.
Amaneció el nuevo siglo. De colosos habíamos pasado a bárbaros. Guerreábamos
sin pausa ni reposo, heríamos a la secta contraria, vencíamos en baños de
sangre, gobernábamos para nuestros grumetes y corsarios dejando en la playa
desolada a los enemigos que, aunque compatriotas, merecían perecer y morir de
sed tostados por las inclemencias del tiempo y destruidos por las tempestades
partidarias.
Entonces
se vendió el Istmo por un plato de lentejas. Se fueron abandonando, escurriendo
poco a poco, todos los principios y todas las virtudes. Gobiernos de secta,
asaltos a las instituciones. Violencia, sí, con mayúscula, Violencia partidaria
terminó de partir la endeble embarcación.
A
la sangre que llenaba popa y proa y los camarotes enclenques, se sucedió un
compromiso que parecía civilizar el horror de una nación destrozada por las
enemistades: el Frente Nacional pactado entre liberales y conservadores. La
intención pacificadora para que la barcaza llegase a aguas tranquilas prometía
un nuevo amanecer.
Sin
embargo, la maldición nos perseguía: dieciséis años de alternancia en el
gobierno entronizaron la mordaza a la oposición y la distribución del
presupuesto estatal entre los compinches del régimen. Se desbordaron las
coimas, los contratos amañados, la persecución política a los disidentes.
Un
tenebroso pirata empezó a gobernar el barco: el narcotráfico terminó de podrir
las instituciones y abastecer los ejércitos privados de caudillos territoriales
y guerrillas desbocadas. Crujió la madera del bote, se rebosó de corrupción. Las
elecciones, y los compromisos del Estado y los particulares terminaron con la ‘Bestia’,
que como se dijo, está tirada en la orilla de América.
Ya
la hinchazón maloliente, los miasmas fétidos, la parálisis cardíaca, la pupila
inerte, la sangre coagulada, la lividez mortal, la putrescina y la cadaverina,
el azufre y los gases rompen el vientre del Estado asesinado. Es un cadáver
cuyas células rotas se descomponen en toda clase de bacterias y hongos que terminarán
de desfigurar esta ‘Ballena’ muerta que ha contenido los restos de cien años de
jefaturas y dirigencias putrefactas.
Encallada
la nave, muertos sus restos, acabados sus idearios y sus negociados, hay que
construir una nueva embarcación, no sobre los restos del naufragio sino con
maderas nuevas y velamen limpio, que recupere los propósitos de los padres
fundadores, entronice la ciencia y la política social basada en el principio de
servir al pueblo y no servirse de él.
MAURICIO
JARAMILLO LONDOÑO ENERO
2017
CORRUPCIÓN 4
He
escrito y estudiado bastante el tema. En esencia la corrupción hace relación a
la putrefacción de los Estados y sus individuos. Con la presencia del
capitalismo cuya ley principal es obtener utilidades a como dé lugar, la
corruptela se ha exacerbado a límites infinitos.
Los
Estados modernos pretenden distribuir parte de la renta social entre sus
asociados. La tributación, y por ende el ingreso de cuantiosas sumas de dinero a
las arcas del ‘Sistema’ ha logrado que justicia, salud, seguridad, educación, transporte
y representación política se generalicen y derramen sus ‘beneficios’ entre la
comunidad asociada. Pero, siguiendo las leyes económicas que rigen el planeta
(el capitalismo liberal o el capitalismo de estado), los más fuertes, los
cercanos al poder han creado un mecanismo de doble vía en el que contratista y
contratante perciben o exigen coimas, y como la norma es ‘la utilidad a como dé
lugar’, repartir el presupuesto entre la cúpula de la pirámide social es cosa
corriente y hasta sagrada. El dicho “lo malo de la rosca es no estar en ella”
expresa precisamente esta tradición milenaria de poner el Estado al servicio de
las plutocracias.
Dar
un favor especial al contratista, o sobornar al funcionario es la práctica
universal. La existencia de 100 grandes corporaciones multinacionales que han
magnificado el utilitarismo sin importar el costo social, ha desangrado los
erarios públicos, encarecido las obras, desviado los recursos, empobrecido a
los más débiles.
Para
poner un ejemplo fácil, si el gasto militar de las naciones se redujese en un
cincuenta por ciento, habría dinero suficiente para sacar de la miseria a todos,
absolutamente todos los dos mil millones de indigentes. La industria de la
guerra es una de las fuentes principales de descomposición política.
En
Colombia se puso de moda hablar de corrupción a raíz del caso Odebrecht
destapado no por la fiscalía patria sino por la gringa. Ahora se rasgan las
vestiduras en el Ejecutivo; jueces, ministros y parlamentarios se lanzan a la
batalla contra el flagelo. Hipocresía de las hipocresías: desde el gobierno se
reparten coimas a los políticos en forma de ‘auxilios regionales’, los
magistrados abandonan la ley y se venden al mejor postor y los miembros del
sistema representativo, a todos los niveles, compiten para recibir recompensas
subrepticias.
Aquí
entronizamos por décadas, a raíz del narcotráfico y la perversión de la ética,
la corrupción como costumbre: la guerrilla se pudrió, los jueces se vendieron,
los militares prevarican, los políticos hieden, la burocracia apesta. Inmersa
la nación en un lodo de sangre, coca y billete surge del légamo absolutamente
putrefacta.
El
descrédito de la política, sea del color que sea, y el individualismo que aísla
a los ciudadanos pareciera llevarnos a la irrevocable perdición. La crisis de
la democracia representativa y sus instituciones es planetaria. Esta
realidad nos podría llevar a entregarnos al llanto.
O
provocamos un cambio de magnitud inconmensurable, o nos hundimos.
Ustedes,
compatriotas deben escoger: seguir en el cenagal actual, o limpiarnos del barro
pérfido de la corruptela, designar políticos limpios, programas de gobierno
sanos y éticos que nos den la oportunidad de tener un país diferente.
Los
invito a mirar hacia el vecindario: Venezuela destrozada por el mal gobierno,
Ecuador erguido gracias a una excelente administración. O hacia los países
nórdicos (Suecia, Noruega, Dinamarca, etc.) disfrutando de estándares de vida y
moralidad pública extraordinarios.
Un
empresario colombiano, afincado tanto aquí como en el Ecuador, me dijo
lapidariamente lo siguiente: “Mientras en Ecuador pagamos el 22% de impuesto
sobre las utilidades, y alcanza, en Colombia pagamos el 35% y no alcanza”. El
porqué de ello tiene una respuesta simple: nuestro vecino tiene una justicia
que funciona, un nivel de corrupción pública baja y una decisión política de
los gobernantes de invertir en beneficio de la ciudadanía.
Luego
sí es posible el cambio.
MAURICIO
JARAMILLO LONDOÑO ENE
2017
Comentarios
Publicar un comentario