ANTE UNA ENTREVISTA CON EL JEFE FARIANO.
ANTE UNA ENTREVISTA CON EL JEFE FARIANO.
De la guerra a la paz, de la insurgencia al entendimiento civil, del plomo
a las elecciones, de derrotar al “sistema” a pactar con él, del
marxismo-leninismo al desarrollismo, del terror al perdón, de la guerra de
movimientos a la derrota militar, de vivir “enmontado” a hurgar políticamente en
las urbes, de la metralla a la eufemística “dejación” de armas, del antiimperialismo
a dar bienvenida a la inversión extranjera, del secuestro de los “cacaos” al
entendimiento con ellos, del narcotráfico a la política… Esto deja translucir
la entrevista que a revista “Semana” dio el jefe de las Farc.
Santos lo está logrando con una enorme paciencia… Uribe con su mano dura
arrinconó a las Farc y como consecuencia de ello se sentaron en La Habana.
El establecimiento las está ganando todas. Las decenas de páginas suscritas
como acuerdos de Paz serán palabras, millares de frases, toda una larguísima y
nueva constitución, pero… del dicho al hecho hay mucho trecho: la especialidad
de la clase gobernante es la de cambiarlo todo para que todo siga igual.
Cambio habrá al dejar de hablar con balas, mudanza encontraremos con el
lento transcurrir de las reformas, transformación si pero a paso de tortuga, innovación
como un lánguido proceso; reconciliación también, escalón por escalón, con muchos
muertos y muchas venganzas ―especialidad de los compatriotas―.
Las cinco claves de la nueva Colombia a mi manera de ver están en la
derrota de las grandes corporaciones,
la desaparición de la inequidad, el
aplastamiento de la corrupción, el
desafío del cambio climático y la globalización.
¿Hasta dónde unos partidos políticos que destilan coimas, serrucho y
putrefacción por todos los poros ―véase no más el caso reciente de “Reficar”―,
y una guerrilla venida del narco y el amedrentamiento ―que miente sobre su
riqueza y sus alianzas narcóticas―, pueden acabar con estas dos lacras sociales:
injusticia y descomposición? ¡Sería pedirle peras al olmo, leche a los burros!
Resta, entonces, que una sociedad civil, unas oneges se empoderen de las
causas sociales e inauguren nuevas formas de Estado y de país.
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