CARTA A VENEZUELA.
Llevo 67 años esperando que el hombre no mate al hombre, que la felicidad sea darle la mano al otro, que mi libertad no perjudique la del contrario, que mi igual sea un hombre diferente a mí, que mis palabras vuelen en el oído de mi contradictor y retumben, sin cortapisas, en todos los rincones, que no haya fronteras ni colores divisores entre la raza humana.
Y a ti, Venezuela, cuna de mi padre Bolívar, hermana de mis ideas paridas por Aristóteles, Confucio, Juana de Arco, Galileo, Miranda, Nariño, Marx y Gandhi, ojalá alguna mañana estos paradigmas  amanezcan escritos en mármol en el río Orinoco y el Arauca que nos delimitan.
Creí que Chávez inauguraría una época como la que yo esperaba pero… ¡qué desilusión! Muerto su cuerpo, confusas sus soluciones, enredadas sus alternativas, erigida la división, perseguido el contradictor, apareció entre mis vecinos de patria, los venezolanos, una gran tragedia.
Maduro y Cabello convirtieron la paz en guerra, la hermandad en división, la igualdad en odio, la nación en cárcel, el Estado en saqueo, el petróleo en arma, el discurso en pugnacidad, las ideas en xenofobia, la amistad en rencor, la democracia en discordia, la libertad en miedo, los otros en enemigos, las fronteras en bloqueo, la economía en escases, la prensa en mordaza, las tiendas en colas infinitas, la bandera patria en propiedad privada del PSUV, el socialismo democrático en Capitalismo de Estado, la protección del pobre en improperio contra el menos pobre, la unidad del país en fractura del mismo, la alegría en intimidación, la salud en inhospitalidad, la burocracia en nomenklatura, los privilegios en gobierno, la administración estatal en clientelismo, el saqueo de las finanzas públicas en ley, las fuerzas armadas en secta comprada, la inflación en reina de la vida económica, el desgreño gerencial en norma, el discurso insultante en filosofía política, en fin, abandonaron toda la tradición americana que se funda en “Los derechos del hombre”, la “Carta de las Naciones Unidas”, y la visión socialista y democrática de la humanidad.
Y lo peor, con estos actos repulsivos han dado armas a toda la derecha continental, a la caverna retardataria,  que grita a los cuatro vientos: ¡malditos los socialistas!
¡Qué desilusión!
Llamo, desde un pueblo de Colombia perdido en las montañas, a que los venezolanos salgan de esta cueva de horror y, unidos, triunfen la razón, la libertad, la fraternidad, la democracia y la felicidad.

MAURICIO JARAMILLO LONDOÑO

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