LUMPENPROLETARIADO Y LUMPENBURGUESÍA… Y LOS JÓVENES.

LUMPENPROLETARIADO Y LUMPENBURGUESÍA…

Y LOS JÓVENES.

Si la violencia no es el camino para exigir justicia ¿por qué si lo es para restaurar el orden?

Hambre, desempleo, viviendas como cáscaras de huevo, insalubridad, Covid-19, encierro, barro, mugre, desempleo, llanto, desesperación, inesperanza, brecha, rechazo, persecución, desilusión, condena, descenso, pobreza, angustia, tienduchas, bofe, buche, huesos de res, almas rotas, inquilinatos, corazones maltrechos, mentiras, engaños, filas eternas, frustraciones, ruina, tristeza, escaleras, inutilidad, atracos, papa, caldos, bandas, ladrones, inseguridad, frío, droga, celulares, basura, malevos, linderos invisibles, cañerías, dolor, violaciones, manos gruesas, rotas, maltrechas, miasmas, impotencia, soledad, internet, redes sociales, tv, propaganda, violencia, sangre, muerte, pandillas…

21 millones de pobres, desplazados, hambrientos…

Opulencia, cemento, jardines, luces, teatros, música, conciertos, automóviles, trajes, empleos, oficinas, restaurantes, risas, felicidad, tranquilidad, viajes, baños turcos, apartamentos, casas, pavimento, flores, iglesias, matrimonios, bodas y carrozas, ramos, cementerios, agua, jabón, limpieza, duchas calientes, diamantes, pinturas, odios, esculturas, guardaespaldas, dinero, joyas, bares, cafeterías, supermercados, choferes, desprecio, arrogancia, soberbia, maseratis, centros comerciales, aviones, maletas, tiquetes, vuelos, vigilantes, caviar, solomo, policías, cámaras, sirenas, optimismo, turismo, coimas, corruptela, clínicas, conspiraciones, dólares, oro, euros, jardineros, fincas, esclavos, perros, salmón, langostinos, paisajes, netflix, amazon, banda ancha, tv de 50’, doctorados, revistas, moda…

1% de la población…

El lumpen es un grupo social eminentemente urbano, que se compone sobre todo por individuos socialmente degradados, marginados o no integrados a la sociedad, como indigentes, mendigos, desplazados, inmigrantes, delincuentes, mafiosos; también gentes de estratos altos que no permiten ingresar a la sociedad a personas distintas a las de su entorno.

Es importante señalar la susceptibilidad del lumpen para ser utilizados a cambio de poder y dinero.

El malandraje señala la forma de actuar de los malandros, o sea de los "chicos malos y pícaros", de los "callejeros", de los "pandilleros" que tienden a agruparse en "banditas de malandros". Este comportamiento de cierto tipo de jóvenes, típico de algunas grandes ciudades, engloba un conjunto de artimañas utilizadas para obtener ventajas en determinadas situaciones, que muchas veces lindan con lo ilícito, y que en líneas generales se caracterizan por la ingeniosidad, la sutileza y el engaño.

La alienación para Tomás de Aquino (1224-1274) es la posesión del cuerpo del hombre por el demonio; la libertad es anterior a la posesión alienadora del demonio.

El concepto, en filosofía, nace en “El contrato social” de Rousseau y se desarrolla en particular en la obra del filósofo alemán Hegel y sus discípulos Feuerbach y Marx, en los que el término alienación significa: "extrañación", "distanciamiento", "desapropiación", "cosificación".​

La sociología distingue varias alienaciones, la alienación económica, la alienación tecnocrática, la alienación burocrática y la alienación política.

El hombre alienado se siente a sí mismo como un extraño porque la sociedad no lo reconoce, porque la sociedad no lo acepta y lo excluye.

El alienado es la prueba viviente de que, a pesar de ser un ciudadano libre, el hombre puede encontrar la manera de perder esa libertad. El hombre encuentra condiciones que suprimen su libertad y su igualdad demostrando que la sociedad no está hecha a la medida del hombre real.

Si, para el cristianismo de la Edad Media, la alienación era la posesión del cuerpo del hombre por el demonio, después del Renacimiento la alienación representa la abolición de la libertad. El alienado ya no será un poseído sino un desposeído: la alienación es una privación.

El trabajador no recoge el valor de lo que produce, es decir, la plusvalía, y esta explotación lo priva de sus herramientas artesanales. Por causa de la división del trabajo ignora lo que está produciendo y eso significa que está alienado.

El trabajador siente que su trabajo no le pertenece. Esta es la alienación económica que genera alienación política: ​"Somos esclavos de trabajos que odiamos, para poder comprar cosas que en realidad no necesitamos".​

El vandalismo se refiere a la destrucción voluntaria, total o parcial, de la propiedad pública o privada. Incluye conceptos como el daño al patrimonio, el grafiti, o actos de provocación o de activismo, como desfiguración de sitios web. El vandalismo también puede considerarse una forma de protesta social.​

Como señalan los proponentes de la teoría de las ventanas rotas, James Q. Wilson y George L. Kelling, «Tan pronto como las barreras de la comunidad se relajen mediante acciones que señalen que a nadie le importa, puede presentarse vandalismo».​

La iconoclastia es también un acto destructivo público. El vandalismo tiende a ser aleatorio o sin sentido y parece que, al menos en algunos casos, los vándalos disfrutan de alguna manera del acto vandálico, ya sea porque es una muestra de su capacidad de dañar y destruir o incluso por constatar la reacción que sus actos producen en los demás.​

Según la teoría de la inversión del psicólogo británico M. J. Apter «... se deduce que uno de los motivos más probables... en acciones de vandalismo... es para huir del aburrimiento y llegar de ese modo a un estado metamotivacional elevado».​

En un caso notorio de vandalismo, fueron dañadas o destruidas 44 de las 177 esculturas expuestas en la Exposición de Escultura de Suiza de 1980.​

Los actos vandálicos incluyen romper ventanas, tanto de viviendas como los escaparates de tiendas, alumbrado público, destrozar árboles,​ dañar vehículos abandonados​ o simplemente aparcados, realizar grafiti/pintadas con distintos tipos de pinturas y tintas, o simplemente arrojar disolventes o ácidos sobre distintos superficies.​

Las acciones de este tipo pueden atribuirse a la ira o la envidia, o al comportamiento espontáneo y oportunista, posiblemente por la bravuconería en las culturas de pandillas, o el descontento con la persona o sociedad objetivo.

El vandalismo en algunas ideologías políticas desea llamar la atención sobre los problemas, la frustración e incluso la diversión. Los jóvenes ―los vándalos más comunes―, con frecuencia experimentan bajo estatus y aburrimiento. El vandalismo permite a personas impotentes atacar a los que están por encima de ellos, tomar el control y asustar a los demás, a condición de andar, casi siempre, en manada.

Nota: estos comentarios son extractos enciclopédicos de Internet.

***

Una insurrección, principalmente juvenil, se ha tomado la geografía íntegra de Colombia. El volcán del descontento, la rabia, el hambre, la inconformidad, el silencio de las élites gobernantes, el descrédito de todas las instituciones, el «ya que lo he perdido todo, nada tengo que perder», inunda calles, avenidas, parques, barrios, Transmilenios.

Hay una verdad tan grande como la Cordillera de Los Andes: ¡los jóvenes no fueron los que provocaron el Paro!

Quienes algo han mirado la historia de esta matria colombiana, encuentran un espiral de innovaciones, audacias, creatividad, y así mismo, un remolino de sangre y odio construido sobre dos brechas seculares: el colonial y el indígena, el criollo y el chapetón, el liberal y el conservador; hoy el del pueblo y el de las oligarquías.

Europa, la sagrada Europa, se edificó, desde Atenas hasta París, de Berlín a Madrid, Londres y Roma, Moscú y Estocolmo sobre la particularidad de la barbarie: en 2.500 años de historia, escasas décadas de paz encontraríamos allí. La sola bestialidad nazi, fascista, falangista, estalinista bastaría para ilustrarnos hasta la saciedad de lo bruto y sanguinario que podemos llegar a ser los humanos.

Aterrizando en esta mariposa color esmeralda que somos, llevamos décadas escarbando la grieta hasta convertirla en un foso de inequidad, corruptela, privilegios, abandonos y traiciones. Y al coctel se le añadió una singularidad asombrosa: ¡el narcotráfico! Y para mayor extravagancia se transformaron guerrilleros que de Robin Hood pasaron a convertirse en Al Capone. Pero rompiendo las barreras de lo inconcebible decenas de gobernantes, elegidos por sus propios esclavos, se aposentaron en el Palacio de Nariño para ir tejiendo la telaraña enorme del desequilibrio social, el embudo en que «lo ancho es para mí y lo estrecho para el populacho».

El festín electoral último, en el que minorías votaron por sus candidatos, advirtió el cansancio de los humildes; insinuó la fractura del todo y agrietó el seco lodazal de la DEMOCRACIA representativa que defienden todos, que critican todos y a la que todos quieren llegar finalmente.

Un espanto mortal llegó a encargarse del convite: ¡el Covid-19!

Cargados de hambre, mutilados de esperanzas, encerrados en inquilinatos, quebrados sus negocios, descuajados sus ánimos, roto en mil pedazos el cenagal de su resignación, vieron que morían como moscas los del sur, engordaban como cerdos las burocracias, y se santificaban pensiones, aumentos y prebendas a parlamentarios, políticos, millonarios y banqueros.

¿Habrá algo más explosivo que la información en manos del pueblo? Cuando la cortina tendida sobre los secretos del Estado se abrió, surgieron ante los ojos de la gente mil verdades, mil engaños, mil trapacerías, mil confusiones, mil mentiras. En medio de la avalancha de palabras, de la manipulación, fue creciendo otro espectro pandémico: ¡el de la rebelión!

Entonces explotó el volcán, eruptó lava maloliente e incandescencia de verdades: ¡no más!, ¡estamos muriendo en cámara lenta, muramos luchando!

Estas son algunas palabras de los marchantes.

«Desaparecidos, muertos, reforma policial, reforma a la salud; no quiero un minuto de silencio; culpables: la violencia oficial; asesinatos en la ciudad, nos defendemos de los que nos llevan al abismo, falsos positivos y sus víctimas; Estado racista; somos minga; la asesinaron y la impunidad reina; si la violencia no es el camino para exigir justicia ¿por qué si lo es para restaurar el orden?; es una fosa común con himno nacional; asesinos, honorables violadores, resistencia; los ricos ponen el virus los pobres ponen los muertos; Icetex te arruina, vandalismo es que un universitario tenga que pagar por veinte años lo que un congresista gana en dos meses; s.o.s. nos están matando; no a la reforma tributaria y de la salud, no queremos ingreso solidario ni nada regalado, solo lo justo, trabajo y salario digno, salud y educación; nos queremos libres; unidos podemos derrotar a los ladrones; deudas, desempleo, pobreza, un día mi pueblo gritó y lo callaron; no son políticos son traquetos; no necesitamos líderes que nos den bonos de pobreza, necesitamos líderes que nos den trabajo para salir de la pobreza».

Y son los hijos de diversas clases sociales, los jóvenes sin futuro, desengañados del presente, soñadores de la igualdad, las oportunidades, el respeto, la mejora de su condición vital; jóvenes que tienen preguntas y no respuestas, y propuestas que no se atienden; muchachos encerrados por el maldito virus con una sola comida al día, con sus familiares entrando en la miseria y el hambre; chicos desesperados, adolescentes amargados, frustrados, necesitando aire, diversión, deporte, estudio, cine, amigos, noviazgos, sexo; juventudes que marchan, bailan, gritan, dan salida a tantas energías reprimidas…

Por supuesto, el Estado todo ha sido inferior a las necesidades de su pueblo. Los gobernantes conocen las estadísticas de la desigualdad: un gobierno la encuentra en 51.5%, y logra bajarla a 51.3%, y así hasta que el volcán explota. Y ahora sí todos los exministros, expresidentes, exmagistrados, exparlamentarios, todos los gremios de la producción agrupados bajo el Consejo Gremial Nacional (por supuesto están excluidos los trabajadores y campesinos que son esenciales para la producción, pero son pobres y huelen feo), todos los ex’s, todos los dueños del poder y la riqueza, los que mantienen llenas sus neveras, viven en apartamentos de lujo, pasean por el mundo, tienen cuentas bancarias ocultas en paraísos fiscales o en sociedades de nombres retorcidos, todos los que han disfrutado de las mieles de la abundancia ahora sí se rasgan las vestiduras cual fariseos del templo. Todos comulgan, se confiesan, pertenecen a credos y ritos, leen textos en los que campea el llamado a la equidad, la bondad, el amor… pero el odio por los humildes les brota de la piel, sudan odio, expulsan aromas de odio, hablan con odio, y este odio los ciega, les cubre los ojos con la película del desdén.

Algunos apoyan fundaciones y clubes para pobres, para viejitos pobres, para ancianitas pobres, para niñitos pobres, para niñas pobres embarazadas, para mujeres cabezas de familia pobres. ¡Maravilloso! ¡Muy agradecidos, muy agradecidos!

Pero no basta, es completamente insuficiente; no se trata de tener la conciencia tranquila por sus bondadosos actos con los que pavimentan el ascenso al Paraíso. Hay que transformar al Estado, provocar cambios profundos en democracia, revolcar las ideas, las instituciones, las leyes, el Parlamento, las Fuerzas Armadas, la vulgarmente suntuosa remuneración de las Cortes y los funcionarios superiores, derrotar la Corruptela encarcelando y persiguiendo sin consideración a los ladrones del Presupuesto, voltear la Economía hacia los desamparados, los sin empleo, los humildes, los desarraigados, los perseguidos, los jóvenes. Esa es la tarea si se quiere una Colombia en democracia.

Y ésta, óiganlo señores del poder, es una tarea eminentemente capitalista porque darle de comer al hambriento le hace demandante de bienes y servicios, y así, estúpidos, se crea riqueza y abundancia.

Ahora bien; es inevitable que en medio de la protesta masiva de cientos de miles de jóvenes, aparezcan manadas de inconformes que manifiesten su rabia con violencia pues han recibido violencia del Estado durante años al someterlos a la condición de pobreza e inequidad prevalente. Es también ineludible que surjan grupos anarquistas, lúmpenes, malandros, vándalos, alienados que usan las manifestaciones para dar rienda suelta a su ética putrefacta.

Y, naturalmente, las mafias, los guerrillos, los clanes, los narcos, los delincuentes puros, los asesinos, los ladrones, los terroristas aprovechan el desorden y el desbarajuste para hacer de las suyas.

A los dirigentes del Paro hay que reclamarles enérgicamente, a los directivos de la oposición también, su silencio, su mudez, su tibieza, su moderación culpable ante los desmanes, los bloqueos, la anarquía, la barbarie que en las noches ―principalmente― se apodera de las justas reivindicaciones populares y desdibuja lo justo del paro y lo injusto de la tiranía.

El tema de la llamada Fuerza Pública da para muchas consideraciones; hagamos unas breves:

1.    Todos reclaman que las autoridades protejan la vida y honra de las personas. Así lo dice la benemérita Constitución del 91.

2.    Los líderes políticos tienen esquemas de seguridad en mayor o menor grado, protegidos por escoltas, policías, carros blindados y medios de comunicación extraordinarios.

3.    Si matan a un líder social, de derecha o izquierda, a un concejal, a un comunicador se exige

la presencia de la Fuerza Pública y se grita por la ausencia de la misma frente a las amenazas de las falanges oscuras del delito.

4.    Si hay una masacre, un robo, un asesinato, una violación, un fechoría cualquiera de inmediato

se solicita la presencia de la Fuerza Pública, se reclama su accionar, o se la acusa de indolencia.

5.    La Fuerza Pública, es eso, una fuerza del Estado para proteger el Estado. Todo Estado necesita una Fuerza Pública, así es en China, Cuba, USA, Rusia, Dinamarca, Argentina, Australia, Corea, etc.

6.    Frente a la protesta ciudadana permitida en la Constitución del 91 (constitución conseguida gracias a innumerables luchas, a sangre del pueblo vertida por años), existen dos posiciones: o la protesta es justa y permisible, o es un acto comunista y anárquico.

7.    Al salir los manifestantes a la calle, convocados hoy por organizaciones sociales y líderes de oposición ―algunos de ellos que ocultan vergonzosamente su azuzar―, sale también la Fuerza Pública ―la Policía― a vigilar que las cosas no se salgan de madre: que no haya violencia, ni destrozos, ni vandalismo, ni atropellos.

8.    Si la manifestación es tranquila, todo es tranquilo. Si hay violencia empieza la batalla campal entre los dos bandos: grupos de manifestantes agresivos y policías agresivos. Va subiendo la mostaza, se van encendiendo los ánimos, piedra va, balín viene; naturalmente los manifestantes agresivos no poseen el armamento que sí tiene la policía, y se genera una desproporción en la contienda.

9.    Aparece la rabia, el odio, la indignación, los heridos, la sangre, los golpes. Los policías despliegan toda su fuerza y se van transformando en contraguerrilleros que creen tener al frente a enemigos jurados. Los manifestantes, generalmente en la noche, recurren a nuevas formas de lucha, molotov por ejemplo. Incendian y destruyen todo lo que huela a Estado: buses públicos, banca, almacenes, estaciones policivas.

10.  Heridos, muertos, armas, algunos policías se salen de madre y cometen crímenes disparando a diestra y siniestra, golpeando inmisericordemente a un detenido, degradando a una manifestante. Disparos en la noche de luna turbia.

11.  Aparecen los malandros, los vándalos, los ladrones. La batalla es campal. Los derechos humanos desaparecen. Es una guerra en pequeña escala, y posee todas las características de la guerra: brutalidad, sangre, ensañamiento. Intentan incendiar policías.

12.  Han surgido los bloqueos, decenas de ellos, los manifestantes consideran que son necesarios para vencer a su enemigo: ¡el gobierno! La Fuerza Pública es llamada a restablecer el orden y las comunicaciones viales. Nuevos enfrentamientos. Más heridos, más muertos. La Policía se ha salido de la ropa, tiene que defenderse y desproporcionadamente ―tiene las armas y los otros sólo la piedra― ataca. Se violan los protocolos. Se acaba la paciencia.

13.  Mafiosos, guerrillos, narcos de todos los pelambres ven en el caos oportunidad para que afloje la vigilancia sobre ellos. Añaden a la causa popular su cuota de putrefacción: incendian el Palacio de Justicia de Tuluá; 7.000 expedientes a la hoguera. Incendian la Alcaldía de Jamundí.

14.  Y entonces gritan: ¡los Derechos Humanos han sido violados! Claro que sí: los de los manifestantes por supuesto ―centenares de heridos, muertos―; los de la policía también ―centenares de heridos, quemados, algunos muertos―. ¡Hay que dejar la hipocresía!

De La Declaración Universal de los Derechos del Hombre y del Ciudadano -ONU 10 de diciembre de 1948-:

IV. La libertad consiste en poder hacer todo aquello que no cause perjuicio a los demás.

X. Ningún hombre debe ser molestado por razón de sus opiniones, ni aun por sus ideas religiosas,      

    siempre que al manifestarlas no se causen trastornos del orden público establecido por la ley.

XII. Siendo necesaria una fuerza pública para garantizar los derechos del hombre y del                       

      ciudadano, se constituirá esta fuerza en beneficio de la comunidad, y no para el provecho        

      particular de las personas a las que ha sido confiada.

MAURICIO JARAMILLO LONDOÑO           JUNIO 2021

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