NUESTROS MUERTOS Y NUESTRAS VERDADES.


“Voy a escribir algo sobre nuestros, óigase bien, nuestros muertos, los que hemos venido matando en nombre de partidos, de ideologías, de negocios, de tierras, de todo... ¡Qué bárbaros hemos sido!, todos, por acción, por omisión, por miedo o por oportunismo. Por supuesto, tengo firmes esperanzas en que restañaremos nuestra sangre, nuestras heridas, nuestras pérdidas y volveremos a ser hermanos de patria, de vecindario y del planeta”.
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¿Qué diferencia hay entre la muerte de un ciudadano por efectos de una enfermedad o simplemente por vejez ―como me podría ocurrir a mí relativamente pronto dada mi edad―, a la muerte de un traficante de drogas, un guardabosques, una cooperativista, un maestro, un policía, un soldado, un político ―de izquierda, centro o derecha―, una líder social, un indígena nasa, un labriego coquero, un amigo, un hermano, un hijo, los padres? ¡¿Qué diferencia hay?!
¡Los invito a pensar en ello!
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Hay un alarido nacional ante las muertes selectivas, aquellas que ocurren por venganza; las que ejecutan los milicos, los guerrillos, los paras, los narcos, los latifundistas; los crímenes de quienes llevan siglos heredando la matanza en nombre del poder del Inca; o los asesinatos que  perpetúan la barbarie en nombre de la Inquisición y las sacrosantas instituciones estatales; los asesinatos que ‘educan’ a las nuevas generaciones en el derecho a oprimir al débil y eliminar al oponente cueste lo que cueste; las brutalidades de los que creen en el poder omnímodo del dios dinero, de la riqueza fácil, de salir del barro hasta encumbrarse sin importar cadáveres, tiroteos, homicidios.
Estas fuerzas, las de los matarifes de todos los pelambres son las que están asolando la geografía nacional. ¡No hay un solo artífice del crimen, son varios, son distintos, satisfacen pulsiones diversas! O por poder, o por tierra, o por dinero, o por desquite, matan a quien sea.
Y ello obedece a una mancha casi indeleble de nuestro ser social que de manera inexplicable se asentó en nuestra geografía desde hace decenas de años. Bien por nuestros orígenes caníbales, bien por nuestra sangre mora, por la castellana o la vasca, la visigoda o la romana; bien por las instituciones opresoras que creamos santificando la esclavitud, la segregación racial, la discriminación entre humildes y acomodados, entre criollos e indios, entre campesinos y citadinos; por lo que sea, nos convertimos en una nación sanguinaria y mafiosa, pringada de violencia, envenenada de muerte.
Prueba de ello, la llamada “Violencia” liberal-conservadora que arrasó por décadas a Colombia entera tras una bandera roja o un gallardete azul; testimonio palpable también la entronización del “Narcotráfico” ―marihuana, cocaína, amapola― que enrareció todas las costumbres sociales, pudrió las instituciones y derrumbó los valores y la ética.
Sangre y mafia; venganza y poder; muerte y riqueza; he aquí el origen de nuestros males.
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Planteado así ¿dónde está la culpa y dónde la responsabilidad? Son el uribismo, el petrismo, la derecha, la izquierda, el Acuerdo de Paz, las Farc, el ELN, los militares corruptos, los narcos, los políticos tradicionales, los comunistas, Cuba, Venezuela, el Foro de Sao Paulo, los periodistas, el imperialismo... ¡Escojan, escojan!
La derecha hirsuta pugna por la solución guerrerista lo mismo que la izquierda guerrillera. El resto del espectro político busca cambios por medios electorales, o valiéndose de las llamadas movilizaciones populares.
Aquel que crea que la solución es el grito, la bala, el motín, el crimen, la acusación mentirosa, el llamado a la anarquía y el terror, está apagando el fuego con gasolina; quien siga el camino de la riqueza mafiosa, la corrupción y la trampa está edificando su propio hogar con la maldad y el dolor.
¿A violencia, violencia; a trampa, engaño? ¿Así saldremos adelante como personas, como ciudadanos, como compatriotas, como humanos?
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Voy a explicarme con algunos ejemplos concretos de nuestra realidad:
1° En Boyacá:
Conversábamos mi esposa y yo con una señora del servicio doméstico en la casa de unos amigos. Le preguntamos dónde había nacido y nos respondió que en el Oriente de Boyacá. Y usted por qué emigró de allí; por la violencia, pues la guerrilla mató a mis dos tíos y a un hermano; y sus hermanos dónde están; aquí en Bogotá esperando que se haga el Acuerdo de Paz, y cuando eso ocurra, ellos van a matar a quienes mataron a mi familia sin que nuestra madre se entere. ¡Venganza!
2° Retaliación:
En nuestra finca hablábamos con una pariente muy vinculada a procesos de reinserción a la vida civil de guerrilleros y paramilitares. Nos contaba que de cerca de trescientos reinsertados de un movimiento subversivo, pasados diez años habían muerto asesinados el setenta y cinco por ciento. ¡Venganza!
3° Sobre Dabeiba (municipio de Antioquia agobiado por años de violencia) tengo dos versiones:                 
Una es la de que los cadáveres hallados en ese cementerio por la JEP (Justicia Especial para la Paz) son todos “falsos positivos”, esto es ajusticiamientos fuera de combate cometidos por el Ejército regular; y el ocultamiento de semejante crimen con entierros como NN de decenas de ciudadanos inermes.
La otra versión es que el 18 de octubre del año 2000 más de 1.000 guerrilleros de las FARC, pertenecientes al Bloque "José María Córdova" y los Frente 5, 18, 34, 57 y 58 atacaron al comando de la Policía del pueblo con cilindros bomba desde los cerros, en respuesta al Plan Colombia, firmado dos meses antes entre el presidente Andrés Pastrana y su homólogo Bill Clinton. En la madrugada del 19 de octubre llegó el apoyo del Ejército Nacional. La batalla duró tres días muriendo decenas de soldados y policías lo mismo que muchos guerrilleros. Los enterraron en ese cementerio.
¿Quién dice la verdad?
4° Fuimos a comprar un negocio en un centro comercial hace varios años:
El dueño resultó ser un costeño de Córdoba. Ante mi pregunta sobre su familia y sus posibles vínculos con fuerzas irregulares, él me contestó así: señor, si uno tiene una tierra allí, ante la ausencia del Estado, existen tres alternativas para seguir vivo: a) Irse del territorio y perder el bien; b) colaborar con la guerrilla para poder permanecer ahí; c) cooperar con los paras y lograr salvar su tierra. ¡Escoja usted! ¡Quedé mudo!
Creo haber desnudado la realidad patria con estos cuatro ejemplos, que no son sino cuatro entre miles que han agobiado a los colombianos durante años de años.
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¿Cómo se lograría modificar el alma nacional? ¿Qué instrumentos servirían? Veamos:
·         Aplicar la ley ―si es justa― con todo rigor.
·         Ejercer la autoridad estatal ―si es incorruptible― con todo rigor.
·         Educación, educación. Seguir educando sin pausa ni reposo ―si es basado en la ética humanística―.
·         Reconocer en cada conciencia, en cada espíritu que unos u otros hemos puesto nuestro granito de arena para semejante barbarie, bien por acción, bien por omisión, bien por complacencia, bien por miedo, por físico y terrible miedo.
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Nuestros líderes de barro, líderes políticos que “ven la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio”, no dejarán de ser escoria si niegan su pasado, ocultan sus errores, desconocen la historia nacional y se limitan a gritar: ¡mátenlos, acábenlos, ejecútenlos, destrúyanlos! Así seguiremos con el Destino descalabrado.
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Y una última reflexión: «¿Es acaso el Mal una banalidad, algo intrascendente, algo frívolo y simplemente pasajero?».
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Todo lo que digo, todo lo que pienso, es que si la Justicia, la JUSTICIA, con mayúsculas, se tuerce en favor de unos u otros, deja de ser tal justicia y se vuelve una perversión arbitraria y putrefacta.

MAURICIO JARAMILLO LONDOÑO           FEBRERO 2020

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