El 8 de marzo: ¡Mujeres del mundo, uníos!

A PROPÓSITO DEL DÍA INTERNACIONAL DE LA MUJER 2013…

“En agosto de 1910 la II Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas, reunida en Copenhague, se aprobó la resolución de  Clara Zetkin proclamando el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer Trabajadora. La propuesta de Zetkin fue respaldada unánimemente por la conferencia a la que asistían más de 100 mujeres procedentes de 17 países, entre ellas las tres primeras mujeres elegidas para el parlamento finés. El objetivo era promover la igualdad de derechos, incluyendo el sufragio para las mujeres.”
… Estuvimos viajando por algunos pueblos de Antioquia con mi hermano, su maravillosa mujer Nancy Silva Flores, mi tío y su esposa, y mi compañera de muchos años, de muchas noches y muchas felicidades: Claudia.
Visitamos tres lugares preciosos: Santa Fe de Antioquia, Guatapé y la Piedra del Peñol. ¡Qué maravillas!
Pero lo que deseo resaltar aquí, en relación al Día de la Mujer, es acerca de la calidad extraordinaria de la esposa de mi hermano Armando: no vale la pena escribir un ditirambo más, una loa más sobre las mujeres en forma general sino de manera concreta expresar, gracias a las características especialísimas de Nancy, lo que es una mujer.
Nacida de familia valluna, con cinco hermanas y dos hermanos, de sangre africana y sangre castellana, es bonita, de rasgos finos ―los que quisieran tener muchas mujeres de alcurnia bogotana―; dentadura perfecta, sonrisa de tiburona, nariz recta y ojos negros e intensos; ¡y claro, valluna al fin y al cabo, mujer bailadora de salsa!
Pero su encanto y su gracia no residen en su físico sino en su alma: ha sido la compañera de veintiún años de mi hermano, la que lo ha querido y acompañado en toda clase de vicisitudes, aventuras y trabajos; la que lo ama incondicionalmente y le da su afecto y su cariño en medio de las enfermedades y las alegrías; la que le ha criado a sus tres hijos por largos períodos de tiempo: por dos años a Ricardo mi sobrino, a Alejandra por cinco y a Ana María, igualmente sobrina mía como Aleja, durante más de diez primaveras.
Es la mujer que le ayuda en las cuentas, en las reuniones, en los juegos de cartas, en las fiestas, en el cuidado de los cultivos, en los negocios, en el mantenimiento de los carros, en los viajes; la que lo acompaña a los médicos y vigila que se tome las medicinas prescritas; la que le advierte, previos diálogos inteligentes entre los dos, de los peligros o beneficios de una u otra determinación; la que le abrió las puertas de su numerosa familia caleña y le entregó el corazón de su padre, Don Roberto, un viejo laborioso, hecho a pulso, inteligente y estupendo quien quiere a mi hermano como si fuese su hijo.
Nancy es a mí ver, lo que tantos otros tenemos en nuestras casas y nuestros hogares: una extraordinaria compañera, una amante perfecta, una amorosa amiga, una maravillosa esposa, una mujer que respira paz y apoyo, dulzura y paciencia, firmeza y compasión, carácter y queridura, es el bastón que en tantas ocasiones requerimos al subir la montaña, o es la roca a la cual ascendemos.
Es hija, esposa; ha sido mamá de los hijos de mi hermano; es cómplice de los sueños de Armando, es socia de su reposo, es pareja de sus delirios, y ante todo es una mujer que le quiere.
Nancy: Usted es todas las mujeres, y todas las mujeres son Usted. ¡Gracias por acompañar a mi muy querido hermano!
Feliz día de la MUJER: su cuñado, Mauricio.

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