Las vacas de mi pariente...


LAS VACAS DE MI PARIENTE…
Sebastián tiene una hermosa esposa, tres hijos, uno de ellos futbolista precoz de pelo rebelde y ojos espantados y enormes. Sebastián habla casi igual a Don J. Aunque ha subido de peso guarda gran parecido a su padre y se empeña en oficios similares pues ama el campo. Dice con orgullo que quiere que lo reconozcan como un campesino, y en verdad lo es, aunque no pertenece al campesinado de los pequeños sino de los medianos, e incluso podríamos calificarlo de un agricultor medianamente grande. Cultiva maíz, soya, guanábana y peces tropicales: bailarinas, guppys, espadas, tetras, bettas, goldfish, mojarras, y tal cual cocodrilo; cría guacamayas y loros de colores aunque la CARDER        (Corporación Autónoma Regional de Risaralda) le dice que es mejor dejar que las atrapen los traficantes de aves o que las maten por sus bellas plumas pues criarlas es un delito contra el medio ambiente, con esa lógica estúpida de las Corporaciones Autónomas Regionales que no son otra cosa que una cloaca de manzanillos y ladrones llevados allí por los políticos regionales.
Sebastián es estudiado como decimos en Antioquia, biólogo si no estoy mal, y hombre que conoce el mundo, incluyendo parrandas con García Márquez por cuenta de una novia mexicana de su queridísimo tío Gabriel Germán. Y también es ganadero, siendo ese su oficio principal: vivir entre boñiga, preñeces de novillas, pajillas congeladas a 196°C, mezclas nutricionales y alimenticias para terneras, novillonas y vacas lactantes: por eso cultiva maíz y soya, para que sus vacas produzcan 20 litros diarios en tres ordeños, cinco de la mañana, dos de la tarde y ocho de la noche, vacas de tetas dóciles.
Sebastián ha logrado algo admirable: ¡producir en promedio 20 litros por cabeza en el trópico! De leche, por supuesto. Es un agricultorcampesinoganaderobiólogo de excelsas facultades que lleva 25 años dedicado a los oficios narrados. Sebastián es un hombre maduro, acomodado pero no millonario, empresario agrícola que en cualquier país del mundo sería exitoso y bienvenido…
¡Mas he ahí el asunto…¡ Sebastián está triste. Siente que su esfuerzo es tan inútil como el de un ciclista en una aplanadora de pedal. De producir 7 litros por vaca pasó por medio de cruces, genética, alimentación, vacunas y cuidados a lograr esos 20 litros en el trópico hirviente y feraz, lo que es un heroísmo sin igual. Cualquier parroquiano se reirá del calificativo, pero lo desafío a que lo intente: Sebastián ha necesitado un cuarto de siglo para ser un lechero de primera categoría, así como un director de orquesta, o un carpintero, o un químico, o un poeta, o un arquitecto, o un geólogo, o un reforestador, o un panelero, o un profesor necesita muchos, muchos años para lograr la excelencia.
Sebastián, mi pariente, junto a dos parientes más, Gabriel y Juan Ramón, se han dado cuenta que trabajar en el campo es como “arar en el mar y edificar en el viento” según decía el más grande de los americanos.
Este ESTADO paquidérmico y enfermizo, putrefacto e ineficiente premia al terrateniente improductivo; a quien no crea riqueza, al que no da empleo, al que atesora tierras apostándole a la valorización, al que no invierte capital ni dinero en modernización agrícola, a quien explota la mano de obra del peón sin reconocerle ni el salario mínimo legal vigente ni las prestaciones de ley; recarga los insumos agropecuarios y la maquinaria como si fuesen bienes suntuarios, beneficia al que influye maliciosamente sobre el ICA, las CAR y las alcaldías para que sus tierras de ‘engorde’ no paguen prediales altos ni se les castigue con rentas ni permisos ‘inadecuados’.
Este SISTEMA se ha encargado de aplastar al campesino pequeño, mediano y grande con prediales desproporcionados, impuestos irracionales, tasas de interés elevadísimas, semillas y aperos de labranza carísimos, fertilizantes de precios exorbitantes, toda clase de vigilancias, visitas, exigencias, solicitudes, apremios absurdos de las CAR, el ICA y de la burocracia oficial que necesita justificar su sueldo y su empleo; las vías a su cargo destrozadas, los acueductos inexistentes, los programas agropecuarios saqueados por la tramitología y la ineficiencia. Y como tapa de la olla el Estado se abrió de piernas para que maíz, arroz, cereales, leche, y quien sabe cuántos productos agrícolas más se importen sin barreras ni protección arancelaria alguna, se subfacture, se corrompan las aduanas, se importe leche que no es leche sino suero y sustituto lácteo, se aduzca que hay que respetar los TLC pactados, preñados los estadistas nacionales de un espíritu colonial y cipayo digno del antediluviano siglo XVII, olvidando a propósito que las naciones industrializadas auxilian su producción agropecuaria con subsidios del 80%, 100% y hasta 150%. Producir un litro de leche en Colombia puede costar cerca de $800; el sustituto importado vale muchísimo menos, quebrando al productor local y llevándolo al abismo de la ruina.
Mi pariente Sebastián está que saca la mano, siente frustración, desengaño, desilusión. Y no es para menos: producir leche, granos, fruta, panela, huevos, arándanos, guayabas, maíz, aguacate, manzanas, café cualquier artilugio es casi un suicidio, un lento devenir hacia las arrugas y la desesperación, una especie de maldición bíblica que condena al santo Job a la desgracia por cuenta de los escuderos de Cargill, Continental, André, Louis-Dreyfus y Bunge que no son otras que las más grandes empresas que controlan el mercado mundial de granos; o Bayer, Dow y Chem-Syngenta que controlan semillas y pesticidas y arrodillan gobiernos como cuando pasa el Santísimo en procesión.
Producir en el campo colombiano es un drama singular, una tortura china, un laaaargo lamento, un constante sufrimiento. Y eso que el 25% de la población del país se asienta en laderas y valles de nuestra geografía magnífica. Descuidar y maltratar a una cuarta parte de los hijos de la nación equivale a condenar a la pobrecía y el desconsuelo a 11 millones de colombianos. ¡He ahí el asunto, mandatarios estúpidos!
NOTA:
1)    Me acaban de informar que en los últimos años se han suicidado varios centenares de lecheros neozelandeses desesperados ante el drama del negocio lácteo. ¡Si por aquí llueve por allá no escampa!
2)    Me cuentan que estos gobiernos hacen lo que el arriero que estaba enseñando a su mula a no comer hasta que un día se le murió; aquí enseñan a no producir hasta que nos muramos de hambre.
MAURICIO JARAMILLO LONDOÑO        NOV. 2018


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