El Cristianismo
EL CRISTIANISMO, SU MENSAJE SIMBÓLICO Y LOS HECHOS.
Con elementales conocimientos del Islam, del Budismo y del
Hinduismo, puedo referirme, con cierta solidez, a la religión que me tocó en
vida porque nací en América Latina, el Cristianismo.
Voy a recoger sucintamente mis propias impresiones sobre el
Cristianismo, lo que a mí me parece, lo que me han enseñado, el mensaje que he
recibido y lo que he visto en su historia y su práctica.
Un niño concebido ―sin que el amor carnal existiese―, por un
ángel y una mujer virgen, nace en un pesebre humilde. El niño es hijo putativo,
no de sangre, de José, un pobre y sencillo carpintero. El mundo que rodea al
muchachito es modesto. Aunque lo visitan Reyes Magos el niñito está rodeado de
simples juguetes y costumbres rústicas. Cuando entra en la adolescencia
desaparece y regresa, adulto y barbado, a predicar una filosofía elemental pero
contundente: los seres humanos deben amarse unos a otros, hay que dar al Cesar
lo que es del Cesar, respetar las jerarquías pero no permitir el fariseísmo, la
hipocresía y la falsedad pues estamos destinados a servir a Dios, Yahvé.
Con Jesús, a quien luego llamarían el Cristo, se inaugura
una nueva religión que nace de la Biblia (el judaísmo y el islam también nacen
de ella). En ese libro antiguo, reunión de enseñanzas, historias, parábolas,
genealogías, se condensa buena parte de la ética que hace del hombre, hombre.
Los Evangelios, escritos luego de la muerte de Jesús, predican la verdad del
Cristo y la moral bíblica.
Jesús hace milagros, dice ser el Rey de los Judíos, enviado
por su Padre ―Dios―, monta en burro, viste túnica y sandalias de pescador.
Es un hombre sabio y amistoso, que reúne en una montaña a
sus discípulos y les predica un hermoso sermón en el que mansos, justos,
misericordiosos, puros, pacificadores, perseguidos, tristes, desdichados,
humildes constituyen su ‘rebaño’. En el sermón invita a orar, ayunar, dar
limosna, servir a Dios pidiéndole perdón y perdonando a los ofensores, a evitar
el mal, las tentaciones. Termina su prédica con unas metáforas sobre justicia,
ética, camino a seguir, frutos engañosos, cizaña y falsos profetas.
Al hombre lo siguen, lo aprecian, le rinden homenajes. Pero
sus enemigos lo acusan de ser un falso dios, un contendor del César, un
predicador anti romano. Lo llevan a juicio, lo coronan de espinas y lo matan
crucificándolo en dos maderos al lado de unos ladrones. Muere y luego asciende
a los cielos a la diestra de su padre y del espíritu santo. Ha nacido el cristianismo
que en cuatro siglos, luego de persecuciones terribles, se expande por el
Mediterráneo hasta convertirse en la religión oficial del Imperio.
Como si tratase de exprimir el sumo de una naranja, resumo al
Cristo original.
Pero… en su nombre, con su cruz, con su evangelio se han
hecho atrocidades inconmensurables: perseguido a sangre y fuego a disidentes,
apóstatas y enemigos religiosos; guerras feudales esgrimiendo la verdad
bíblica; oprimido a los humildes y a las mujeres; se han quemado científicos,
incendiado libros, cazado brujas, monopolizado la ‘verdad rebelada’. Provocado mil
y una guerras religiosas al confrontar interpretaciones del texto sagrado. Un tribunal
de la Inquisición en que judíos, apóstatas y enemigos políticos fueron
torturados, quemados, descoyuntados; siglos de siglos imponiendo violentamente la
fe cristiana, hasta llegar a nuestros días en que un presidente estadounidense
decide atacar al mundo de los infieles (los musulmanes), creyendo que con el
filo de la espada vencerá la idolatría.
Como pueden ver, tengo dos visiones enfrentadas respecto del
Cristianismo. Una la del Sermón de la Montaña llena de sabiduría, amor, paz, y
otra la de la Historia de esta religión abarrotada de sangre, odio e injusticia.
Por supuesto, me quedo con la primera y repudio la segunda.
Creo que las enseñanzas del Cristo original comparten las de
Buda, las de Alá, las de Moisés, las de la ética del entendimiento entre los
hombres, la de los valores básicos de la existencia: respetar la libertad del
otro, proteger al desvalido, buscar la felicidad espiritual y material de
nuestra especie. Con esa prédica centenaria y antigua me quedo, y no con la de
una Iglesia comprometida con los poderosos, insensible a los dramas de los
pueblos y ausente de la protección de Gaia.
Allí, en ese Sermón, clavado en esos valores, me siento
repleto de un integral amor por la vida y los seres humanos.
NOTA: copio palabras del obispo Helder Cámara: “Cuando doy comida
a los pobres, me llaman Santo. Y cuando pregunto por qué no tienen comida, me llaman
comunista.”
MAURICIO JARAMILLO LONDOÑO DIC. 2017
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderBorrar¡PADRE, PERDÓNANOS!
Borrar¡Padre, perdónanos!
Porque sí sabemos lo que hacemos
Y pecamos...
¡Padre, perdónanos!
Porque sí sabemos lo que hacemos
Y no perdonamos...
¡Padre, perdónanos!
Porque no aceptamos tu nombre
Y lo cambiamos...
¡Padre, perdónanos!
Por negar tu presencia
Por no verte...
¡Padre, perdónanos!
Por destruir tu mundo
Y no querer conservarlo...
¡Padre, perdónanos!
Por ser como somos
Y aceptarnos...
¡Padre, gracias por amarnos!
Con amor, misericordia
Y no castigarnos...
¡Padre, Dios, Yavé,
Alá, Buda, Amor!
Gracias por ser como eres
Y aceptarnos como somos...
Autor : Andrés Rivadeneira Toledo/Scorpium
Ecuador “En la mitad y para todo el mundo”.
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