ANTE LA MUERTE DE GUILLERMO OCAMPO TRUJILLO
ANTE
LA MUERTE DE GUILLERMO OCAMPO TRUJILLO
Cejas pobladas, muy
pobladas que siempre conocí oscuras y llamativas, como su personalidad, alegre,
de risa explosiva, trasluciendo vivacidad pícara, hace unos días, en la Feria
del Libro 2016, convocados a acompañar a su hermano, mi amigo José Fernando
Ocampo T., quien lanzó el libro La
Educación: De la Colonia al siglo XX, volvimos a ver a Guillermo, tras
muchos meses de no encontrarnos con él.
En compañía de Inés,
su mujer de años y de su hermano Pacho, me saludó, ya con las cejas algo
canosas, y burleteramente me dijo: “Barrigoncito, barrigoncito estás… Y vienes
a lo del libro de mi hermano, pero ¿ya retirado de las lides de la izquierda,
Mauricio?”… Pasé algo de saliva para explicarle, a este cuasipariente, a este
hombre amable, cordial, amistoso, quien me dio empleo recién salido yo de la
Cárcel del Barne luego de unas vacaciones provocadas por Turbay Ayala quien
persiguió a todos los subversivos del país, entre ellos, yo, explicarle a
Guillermo que seguía inconmovible en mi izquierdismo irreverente pero sin
militancia activa alguna. Se rió con picardía, y señalando de nuevo mi barriga
puso en tela de juicio mis palabras. Nos reímos a carcajada batiente como las
que Guillermo provocaba en las personas con esa rapidez de la inteligencia, esa
sagacidad del cerebro que, en medio de su profunda honorabilidad y queridura,
siempre lo acompañó.
Averigüé hoy en
internet algo de su hoja de vida y me impresionó la cantidad de cargos y tareas
de responsabilidad que durante su vida tuvo; pero, tengo que decirlo con toda
franqueza: los oficios de Guillermo no me conmueven como me emociona
llorosamente su inesperado deceso.
Y saben ¿por qué se
los digo?… Porque habíamos quedado, Inés, Claudia, Guillermo y yo en vernos en
Villeta en el puente del nueve de mayo… Y no les confirmamos a ellos porque
salimos a una reunión en Chía, de tres días, con unos amigos, precisamente en
esa fecha.
Me duele su falta, su
ausencia ―perdimos la oportunidad de ver a Guillermo en la finca de Villeta―. A
quien fue tan especial conmigo, quien me dio la mano y me ofreció su respaldo,
el que estuvo con nosotros en la casa de Tabio, el que en medio de sus bromas y
jolgorios, quise, se murió de repente, desapareció para siempre, ¡qué cosa tan
terrible!
Llega, sin esperarlo,
de súbito, con audacia maleva, la muerte… Y se va un hombre íntegro, luchador,
familiar, alegre, estupendo.
Qué vaina, Guillermo,
no nos volveremos a ver. De verdad Inés, José Fernando, Pacho ¡qué vaina no
volverlo a ver!
Un
abrazo de Mauricio y Claudia.
(Mayo
22 del 2016)
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