DE LA GUERRILLA AL VATICANO
DE LA
GUERRILLA AL VATICANO
Leyendo
unas breves biografías escritas por el premio Nobel Winston Churchill, unos de
mis autores preferidos por el extraordinario manejo del idioma, el sarcasmo y
la comprensión inteligentísima de los acontecimientos, voy modestamente a
emularlo con dos micro biografías de alguien ya muerto y otro ya viejo: Camilo
Torres (1929―1966) y Jorge Mario Bergoglio (1936―…). Lo hago emocionado ante
los dos personajes cuyos compromisos, acciones y resultados fueron tan distintos
pero tan similares: mediante la violencia guerrillera buscar el poder para el
pueblo, y en el caso de Bergoglio con base en el amor y la denuncia elevar a
los humildes.
A
uno lo llaman el Cura Guerrillero y al otro el Papa Francisco. Ambos
cristianos, católicos, apostólicos y romanos. El uno muerto con un fusil en la
mano bajo los árboles de las selvas colombianas, defendiendo la filosofía del
Ejército de Liberación Nacional; el otro sacerdote jesuita, primer Papa de esta
congregación, quien escogió nombrarse “Francisco” en honor al santo de Asís,
lleva ya tres años en la ciudad vaticana.
Muchísimos
católicos rechazarán esta dualidad que presento, a lo que respondo con un
brevísimo discurso sobre las condiciones históricas de los años 60´s del siglo
XX y los años presentes del siglo XXI:
Estados
Unidos y Rusia, dos visiones del mundo, dos economías y dos imperios se
disputaban el predomino planetario. América Latina, pobre entre los pobres,
desigual, expoliada, apenas saliendo del feudalismo con una incipiente
burguesía industrial, es sacudida por la Revolución Cubana que reivindica el
triunfo de los oprimidos, la victoria de la igualdad, el poder para los
desposeídos. Las estrellas de la lucha anticolonial brillan en Africa y todo
indica que el imperialismo occidental pierde terreno. La insurrección está a la
orden del día; hay nuevos Bolívares, nuevos San Martínez, nuevos Miguel
Hidalgo, comuneros renacidos, corre por todos los rincones del continente la
voz de la rebelión. En este contexto un sacerdote venido de las entrañas de la
oligarquía capitalina, graduado en Lovaina, estudioso de las condiciones
sociales de los pueblos, se horroriza de tres cosas: la imposibilidad
constitucional de un cambio político, el compromiso de la dirigencia nacional
con el statu quo y la pobreza indigente de millones de colombianos.
En
las dos décadas del siglo XXI la iglesia católica, religión de una quinta parte
de los habitantes del planeta, se enfrenta a varias condiciones particulares:
el agnosticismo de la juventud en un mundo postindustrial, la violencia urbana
desatada por un poblamiento desordenado, la desigualdad monstruosa donde seis
decenas de propietarios tienen la riqueza de tres mil millones de personas, la
destrucción del medio ambiente, y las revueltas armadas donde prima la barbarie
fanática acompañada del sectarismo nacionalista.
Que
Camilo, enamorado de su pueblo, se levantase en armas contra el establecimiento
y Francisco predicase con el arma del amor contra la desigualdad y el atropello
a los humildes y en favor de la reconciliación son mensajes parecidos en
tiempos distintos. He aquí mi resumen y mi admiración por ambos: ¡Camilo un
insurgente y Francisco un rebelde!
MAURICIO JARAMILLO LONDOÑO Febrero del 2016
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